A principios del siglo XX las Ciencias Sociales y Humanidades se transformaron por completo con la aparición de la obra Tractatus logico-philosophicus del filósofo Ludwin Wittgenstein. El lenguaje se colocó en el centro de todo. Las teorías, análisis, obras y enfoques comenzaron a basarse en el llamado Giro lingüístico. Fue expuesto que el lenguaje no sólo describe la realidad, sino que los seres humanos generamos una realidad socio-cultural a partir de los significados que producimos y reproducimos en nuestra visión del mundo. Esto significó una verdadera revolución en el entendimiento de los especialistas y en las herramientas que ofrecieron a la práctica humana en múltiples sentidos.
Décadas más tarde, un nuevo salto aparecería en el ejercicio de los estudiosos y especialistas, generando un gran impacto en la forma en que entendemos nuestra propia humanidad y la forma en que entendemos y nos relacionamos con otros: la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional es uno de los conceptos clave del mundo de la psicología actual, con gran impacto también en las humanidades, ciencias sociales y por supuesto, las disciplinas administrativas y organizacionales.
Durante muchos siglos existió un paradigma alrededor del cual las emociones eran vistas como algo totalmente fuera del ámbito científico, pues difícilmente podían ser estudiadas metodológica y formalmente, por lo que representaban una especie de elemento secundario o atrofiante de la lógica y racionalidad humana. En este paradigma imperante por siglos (desde Descartes hasta la segunda mitad del siglo XX) preponderó la idea de que el conocimiento, el aprendizaje y la efectividad en los seres humanos, tenía mucho que ver con el coeficiente intelectual (QI). Es decir, mientras más pudiéramos dominar, controlar o alejarnos de nuestras emociones o pasiones, más inteligencia detentábamos como personas. Se llegó a pensar que el indicador QI era proporcional al éxito personal y profesional.
Ampliación del término inteligencia
En la segunda mitad del siglo XX aparecen tres obras que marcan el inicio de un nuevo entendimiento de la inteligencia: la Teoría de la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada de Raymond Bernard Cattell, la Teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y la Inteligencia emocional de Daniel Goleman.[1] Estas obras pusieron en evidencia que el IQ, la capacidad lógica y racional de un ser humano, no explicaba por completo el comportamiento, decisiones, acciones y éxito en una persona; asimismo, esas obras tuvieron en común que contemplaban rasgos de comportamiento, capacidades y personalidad derivados de las emociones y sentimientos en los seres humanos. Se definió a la inteligencia emocional como las capacidades y habilidades psicológicas que implican el contacto, la identificación, el entendimiento y gestión de las emociones propias y ajenas. Una persona emocionalmente inteligente es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos de forma individual y en sus relaciones con los demás.
Hoy en día, pocos se atreven a negar la importancia de la inteligencia emocional en el desenvolvimiento de todo ser humano. La inteligencia emocional desempeña un papel central en el éxito o el fracaso de todo tipo de relaciones humanas, desde las sentimentales y familiares hasta los vínculos laborales.
Existen ciertas habilidades prácticas que se manifiestan con mayor intensidad en las personas emocionalmente inteligentes, tales como la empatía, la capacidad de motivación (tanto hacia uno mismo como hacia los demás), la autoconciencia, la capacidad de controlar la exteriorización de las emociones, el liderazgo, entre otras. Generalmente estas habilidades son utilizadas como indicadores de la inteligencia emocional.
También es un factor determinante en el funcionamiento de las organizaciones, ya que la empatía, autocontrol emocional y motivación de las personas puede condicionar el trabajo en equipo, haciéndolo más o menos eficiente y satisfactorio. Hoy en día, la inteligencia emocional y la capacidad de gestionar los estados emocionales de un equipo, son consideradas como competencias fundamentales en los líderes.
En un siguiente blog, hablaremos de las emociones como pre-formadoras de la realidad de una persona.
[1] A pesar de que otros psicólogos como Wayne Payne, Stanley Greenspan, Peter Salovey, John D. Mayer y Michael Beldoch ya habían utilizado el concepto de Inteligencia emocional, no fue hasta la década de los noventa cuando se popularizó gracias a la obra de Daniel Goleman.